Es esos momentos, al regresar a casa agobiados por un largo día de trabajo o cuando necesitamos estimular la creatividad, es valioso poder darse la licencia de un instante de quietud y reflexión puertas adentro.
La vorágine del día a día, el stress y la rutina en algunas ocasiones nos tensionan. La meditación y el mindfulness son prácticas intelectuales a través de las cuales se potencia la atención y la consciencia en el momento presente. Buscan el descanso mental, acallándola y liberándola de preocupaciones diarias al igual que estimular el sistema inmune y la creatividad.
Tener un espacio en nuestro hogar destinado para realizar estos ejercicios sería la condición ideal. En caso contrario, una solución práctica es tomar un ambiente existente y ambientarlo para la ocasión. Es importante que en el momento que estés en la práctica no tengas interrupciones ni distracciones.
La combinación de colores aplicados en los muros y el mobiliario que utilices, te ayudarán a relajar y a convertir ese momento en un refugio para aplacar la mente y emociones. Por excelencia, el blanco es el color de la pureza. Proporciona calma mental, silencio y espiritualidad. Es el indicado para facilitar el diálogo interno.
Cuando hablamos de meditación y concentración, el blanco se potencia aún más cuando es combinado con el violeta. Es un color introspectivo que nos permite entrar en contacto con nuestros pensamientos más profundos y a la transmutación. Expande nuestra conciencia del entorno y nos conecta con una conciencia más elevada.
Se recomienda meditar sentado en el suelo como una manera de estar en contacto con la madre tierra. Por lo que objetos como alfombras, almohadones, colchonetas, es decir, elementos que te brinden comodidad pero que al mismo tiempo te mantengan aislados de la temperatura, son muy necesarios. Como último detalle, se aconseja terminar la ambientación con música suave de fondo como mantras o que simule sonidos de la naturaleza (como el cantar de pájaros o caída de agua).